Carmelitas Descalzas en Cuba

Espacio Laical por Davidad Carrillo

Madre Teresa MariaSor Teresa María de la Virgen de la Caridad, hermana dedicada a hablarle a Dios de los hombres. Hasta hace poco priora del monasterio de san José y santa Teresa.
Un elegante edificio, majestuoso en su sobriedad, se asienta en la manzana de la calle 13 entre 20 y 22 del Vedado habanero. Es el Monasterio de san José y santa Teresa, santuario para la oración y el silencio, y residencia de las Madres Carmelitas Descalzas.

El peculiar estilo de vida de estas religiosas resulta desconocido para muchos, y suscita interrogantes e interpretaciones de diversa índole. La Madre Teresa María de la Virgen de la Caridad, priora de la comunidad, quien posee una experiencia de 60 años de vida consagrada, accedió aconversar sobre la identidad, el sentido y la actualidad de la vocación contemplativa. Después de unos minutos de espera, en el locutorio del convento, y tras la gran reja, signo de la clausura, que marca el umbral entre el visitante y los claustros interiores, me saludó, sonriente, la anfitriona, con la fórmula conventual: Ave María Purísima….

Luego de un pequeño intercambio informal, se imponía la pregunta inicial: ¿Cuál es el carisma particular de las Carmelitas
Descalzas en medio de la Iglesia?

La Oración, -responde con énfasis – unida a un espíritu de abnegación,de mortificación, porque es un camino estrecho, que conoce de noches oscuras, y que exige constancia y sacrificio. Por eso decía santa Teresa, nuestra Fundadora, que oración y regalo no se dan la mano.

El espíritu que predomina en los Carmelos, –prosigue- es la presencia ininterrumpida de Jesús en la vida cotidiana. No se cuenta entre nosotras el tiempo para la oración: la carmelita permanece todo el día unida al Señor.

En este ambiente espiritual –continúa la priora- transcurre nuestra vida cotidiana: nos levantamos a las cinco, y media hora después, unidas en el coro y en silencio, tenemos la primera hora de oración. A continuación, los Laudes y, después de un desayuno, bien sencillo y frugal como todo el pueblo de Cuba -especifica-, participamos en la Misa comunitaria.

Durante el tiempo de la mañana, cada hermana atiende el trabajo que le es propio: la oficina de las hostias, el torno, la sacristía, la procura o la cocina, hasta las once, que suena una campana para la oración de la Hora Sexta, seguida de un pequeño examen de conciencia, que nos interpela y estimula, tanto si caímos como si triunfamos, porque toda nuestra vida es un constante ejercicio espiritual.

A mediodía vamos al refectorio a almorzar. Durante las comidas -acota-, una hermana está leyendo una lectura amena y agradable: la vida de algún santo o un fragmento de la Historia de la Iglesia… reflexión útil para que nuestro pensamiento no se concentre exclusivamente en el manjar: si el pescado está bueno, si los frijoles los dejaron medio crudos… (Risas).

Después de fregar y recoger la cocina, compartimos una hora de recreación en la que se conversa, se intercambian las noticias, cantamos o reímos juntas…es el tiempo para el esparcimiento de la carmelita. Más tarde, cada una se retira a su celda, su habitación privada y austera, para descansar, orar, meditar, leer o escribir; y a las dos de la tarde tiene lugar la lectura espiritual: el estudio y meditación en las obras de nuestros padres fundadores, que concluye con la Hora de Nona.

El aseo personal y la recogida de las oficinas ocupan las horas restantes hasta las cinco y media, en que hemos instituido el rezo común del Santo Rosario, como fue deseo expreso del Papa Juan Pablo II. Las Vísperas y otra hora de oración meditativa vienen a continuación. A las siete ompartimos la mesa, y luego, el tiempo nocturno de recreación, queempleamos en trabajos manuales: confeccionar o bordar alguna vestidura sagrada, manteles para el altar o zurcir y remendar nuestros hábitos. A las nueve y treinta, con la oración de Completas y el Oficio de Lectura, finalizamos el día, que procura tener, como motivación fundamental, mirar constantemente a Cristo. ¿Y dónde lo vamos a ver? –Objeta- Pues en las circunstancias que se presenten en cada momento, concluye.

Seguidamente le presento la inquietud de muchos, que entienden el mandato del Señor a evangelizar como un imperativo a salir por todos los caminos de la tierra y observan una contradicción en la vida de las religiosas que transcurre siempre dentro del claustro. ¿Cómo responden las Madres Carmelitas al envío misionero del Señor? La misión de la Carmelita es ir del hombre a Dios –asegura-, la del misionero, transmitir directamente a los hombres la Salvación. La evangelización para nosotras, por tanto, consiste en cumplir nuestra regla de vida. Fíjate en el ejemplo de Santa Teresita: ella nunca salió del claustro; sin embargo, fue proclamada Patrona de las Misiones… ¿Por qué? Porque fue fiel a la propia vocación: “En el corazón de la Iglesia, mi madre, yo seré el amor”-decía. Y la fidelidad es lo que hace al Mensaje creíble, fuerte, y capaz de
llegar a todos. Por otra parte, la fuerza que anima e impulsa al misionero no viene, sino del Espíritu Santo y de la ofrenda, oculta e invisible, que muchos hacen por ellos, sin pregonar ni vociferar. Es el grano de trigo, que tiene que esconderse para germinar, le interrumpo. Y ella resume con voz firme: las raíces están ocultas, pero sostienen y nutren la planta. ¡Esta es la conciencia de la carmelita: ser la raíz del árbol de la Iglesia! La reflexión se dirige entonces al hombre de nuestro tiempo, que vive inserto en la cultura de la postmodernidad secularizada, hedonista y pragmática; si bien no excluye la dimensión religiosa, tiende a valorarla sólo en su aspecto estético o emocional, rechazando cuanto en ella comporta sacrificio y exigencia. ¿Cómo hablarle del valor y actualidad de la oración y del seguimiento de Cristo?

La Madre Priora alude a la insatisfacción radical que experimenta hoy el hombre: Nos ha tocado conversar con personas que han trabajado mucho en la vida, que se han esforzado intensamente por alcanzar sus objetivos y, pasado un tiempo, se sienten agotadas, pero también vacías. Siempre les recordamos: ¡Ese vacío denuncia el olvido de la vida interior, el echar a un lado la oración! Cristo, antes de iniciar sus predicaciones y emprender cualquier trabajo, hacía una vigilia; conversaba toda la noche con su Padre. Hoy día, la tentación fundamental consiste en apartarnos de nuestro centro. Se tienen muchas iniciativas, pero si no están cimentadas en una intensa vida interior, se encuentran privadas de sentido. Después que ores – aconseja-, que entregues toda tu vida en manos de Dios, haz lo que te corresponde; en esto radica el éxito de tu trabajo.

Existe un anhelo, profundo e intenso, de felicidad que late en todo hombre. Y la busca en disímiles caminos y situaciones,
generalmente sin encontrarla, le comento. Al percibir en ustedes una intensa felicidad, diferente a la que el mundo propone,
quiero saber: ¿Cuál es el secreto de esta felicidad?

Permanecer en tu centro –afirma con prontitud-, y explica: El mundo actual atrae mucho con los adelantos, la tecnología y sus oportunidades crecientes. Todo esto es muy bueno. Las cosas creadas y puestas al servicio de la persona son buenas – enfatiza-, siempre y cuando se vivan o utilicen correctamente. Yo puedo encantarme con una música agradable al oído y estar toda una tarde oyéndola; pero si condiciono mi vida a escuchar música, hasta el extremo de no poder pasar sin ella, se convierte en una esclavitud. Esto es lo que sucede muchas veces, y causa la frustración y la infelicidad Para ser libre y feliz, se debe tener un control sobre sí mismo, un equilibrio mental, que te capacite para no apartarte de aquello que es tu esencia y tu camino.

La clave está –concluye- en conocer el talento que Dios te ha confiado, con el que enriquece tu persona, y ponerlo a producir, con su ayuda, porque sin Él no podemos hacer nada. Ahí se encuentra el premio. El don de la carmelita, por ejemplo, es vivir escondida, oculta en Dios; es el secreto de su felicidad.

¿Cuáles serían las actitudes propias de una joven, o un joven, que se sienten llamados para la vida contemplativa?, le pregunto, y las palabras que brotan espontáneamente de la religiosa constatan su profundo interés por el tema de las vocaciones.

Vemos que existen muchos muchachos que tienen grandes ideales en la vida religiosa, pero lamentablemente la juventud, hoy día, es poco estable.

Madre Teresa MariaComunidad del convento de las Madres Carmelitas Descalzas, junto a el
padre Teodoro Becerril, superior de la Orden Carmelitana en Cuba.

Prueban, entran y transcurre un tiempo… finalmente se sienten incapaces de vivir el ideal con todas sus exigencias. ¡Y no son renuncias que matan! –puntualiza-; es el desapego de las cosas lo que verdaderamente fortalece y libera. San Juan de la Cruz lo compara con un pájaro, que para volar, debe estar libre de cualquier atadura, sean grandes cadenas o pequeños cordeles: es el camino de la abnegación, siempre en la línea de una riqueza mayor por alcanzar.

Deben saberse muy firmes en la conciencia de haber sido llamados por Dios, y apoyados por la gracia, y tener un amor inmenso que haga posible la fidelidad. Por el contrario, fijarse solamente en detalles y menudencias, olvidando lo esencial, puede debilitar y hasta destruir una vocación.

En el caso de las Carmelitas, ¿Cómo transcurre el proceso desde el aspirantado hasta la profesión solemne?, ¿cómo está organizado?

Ahora la regla permite, para las aspirantes, tener una experiencia de convivencia con nosotras, de uno a tres meses, que les ilumina con vistas a dar el paso definitivo.

Una vez que entran al convento, pasan un año de postulantado, luego entran al noviciado por dos años. Concluido éste, pronuncian votos simples, por tres años, y finalmente, los votos perpetuos, que las incorpora plenamente a la Orden.

¿Cómo se comporta en la actualidad la cifra de vocaciones jóvenes? Está bastante deficiente –alega-. Todo depende del ambiente en el que han vivido los muchachos.

La gracia de Dios actúa siempre, pero si la tierra no está preparada, la semilla no puede germinar. De ahí que es tan importante una buena formación, humana y espiritual, que comienza en la familia.

Recientemente se cumplió el Tercer Centenario de presencia de las Carmelitas Descalzas en Cuba: un camino ininterrumpido que comenzó en 1702. ¿Pudiera resumir los grandes momentos de esta historia?

De Cartagena de Indias llegaron a Cuba tres religiosas, y comenzaron las gestiones con el fin de establecerse en un sitio apropiado para la oración, el trabajo y el silencio. El padre bueno,-señala- monseñor Obispo de Compostela, cuyos restos descansan en esta iglesia desde 1956, fue quien se hizo cargo, finalmente, de ellas. De esta forma llegaron a instalarse, el 25 de enero de 1702, en un convento propio, situado en La Habana Vieja, después de vivir durante un tiempo en El Cristo del Buen Viaje.

La comunidad creció con vocaciones autóctonas y permaneció en ese lugar hasta el año de 1928 en que, dada la creciente urbanización y el gran movimiento comercial y bancario que se tenía en la zona, se trasladó a esta casa del Vedado.

Al reiterarle el agradecimiento cordial por el tiempo que ha querido regalar, la Madre ofrece un mensaje final: Todo lo que se ha dicho esta tarde es para enriquecer, para ayudar a crecer en la fe y para valorar las riquezas de la Iglesia. Precisamente para eso nos hemos consagrado.

Los jóvenes, sepan que algún día pudiera el Señor llamarlos a la vida religiosa, ¿por qué no? ¿No nos llamó a nosotras, criaturas como los demás? Sin embargo, tuvimos el don de la vocación. Quien lo posee, obtiene un tesoro. Sepan que la que está hablando ha recibido el ciento por uno, y mucho más –afirma con emoción. Ahora voy a cumplir las bodas de diamante y aquí estoy. Soy plenamente feliz, pero siempre me esfuerzo por no apartarme de mi centro, contar con Cristo, meditar constantemente en su Humanidad y emprender cada día, de su mano, el
camino de la perfección.

Me despido de ella y abandono el Monasterio, mientras el día comienza a declinar. Camino en silencio, una vez más, hacia la vida cotidiana, con la conciencia de que “quien cree, nunca está solo, no lo está en la vida ni tampoco en la muerte (…) no estoy solo (…) la muchedumbre de los santos de Dios me protege, me sostiene y me conduce” , y desde el claustro, con su oración constante y segura, estas queridas religiosas nos acompañan por el sendero, difícil y hermoso, de la vida.

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